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La revolución de la resiliencia
Cómo pequeñas inversiones producen grandes transformaciones
Los ríos se desbordan, arrasando casas y campos. Los ciclones azotan las costas, derribando las paredes de las aulas. Montañas enteras se incendian debido al calor implacable y las familias huyen con lo poco que pueden llevar consigo.
Lo que llamamos desastres rara vez son solo accidentes de la naturaleza. Son el resultado de decisiones como dónde construimos, cómo cultivamos y en qué invertimos. Estas decisiones a menudo se contraponen a fenómenos naturales peligrosos, que ahora se han amplificado debido al cambio climático.
Las pérdidas son abrumadoras incluso hoy: más de 200.000 millones de dólares de los Estados Unidos (“dólares” o “$” a partir de ahora) al año en daños directos, y el costo total supera los 2,3 billones de dólares si se incluyen los efectos indirectos y en los ecosistemas.
Detrás de estas cifras se esconde el costo humano: familias desplazadas, medios de vida perdidos, el futuro de los jóvenes y los niños socavado y el desarrollo humano entorpecido.
Sin embargo, en algunos países, menos del 1 % del presupuesto público se destina a la reducción del riesgo de desastres, mientras que se siguen realizando inversiones en vivienda, infraestructura y negocios sin tener en cuenta ese riesgo.
MÁS VALE PREVENIR QUE CURAR
Un desastre puede echar por tierra decenios de progreso de la noche a la mañana. Pero la resiliencia se amortiza con creces.





Bangladesh es prueba de ello en cuanto a la reducción del número de vidas perdidas, de 300.000 durante el ciclón Bhola en 1970 a 20 durante el ciclón Amphan en 2020, gracias a los terraplenes costeros, la restauración de los manglares, los refugios construidos al alcance de las aldeas más vulnerables y las redes de preparación dirigidas por mujeres. Durante años, los ciclones solo trajeron tragedia y destrucción; actualmente, los mismos peligros muestran lo lejos que ha llegado la adaptación.
En la República de Moldova, las comunidades situadas a lo largo de los ríos Nistru y Prut solían prepararse cada año para las inundaciones que las aislaban durante semanas. En la actualidad, los modernos terraplenes, embalses y humedales restaurados protegen a 65.000 personas, mientras que los sistemas de alerta temprana dan a las familias unas horas valiosas para ponerse a salvo. Al reducir las perturbaciones anuales de la economía local, esta preparación ofrece oportunidades más sostenibles de crecimiento y prosperidad.
La resiliencia no solo reduce las pérdidas. Multiplica la esperanza.
LA PREPARACIÓN SE VUELVE INSTINTIVA
El océano retrocede. Se hace el silencio. Y, luego, el agua vuelve rugiendo en forma de tsunami.
Ese momento ha afectado a demasiadas vidas en las costas de Asia. Pero ahora, los niños de Samoa se ponen unas gafas de realidad virtual y de inmediato se encuentran inmersos en las calles inundadas de sus propias aldeas. Aprenden a correr cuesta arriba, a moverse rápidamente y a tomar las decisiones instintivas que salvan vidas cuando cada segundo cuenta.
En Indonesia, las escuelas utilizan una aplicación móvil llamada STEP-A para medir su nivel de preparación ante un tsunami. Los datos permiten a las autoridades ver, en tiempo real, cuáles escuelas están preparadas y cuáles no. Los docentes y los funcionarios ya no planifican a ciegas, ahora se preparan con precisión.

docentes, alumnos y funcionarios

escuelas

países
Desde 2017, más de 220.000 docentes, alumnos y funcionarios de 800 escuelas de 24 países han realizado simulacros de evacuación.
La preparación se está convirtiendo en algo natural. El instinto, una vez entrenado, nunca se pierde.
ADAPTARSE A NUEVOS RIESGOS
En las áridas tierras bajas de Eswatini, la agricultora Fundile Tembe, de solo 23 años, antes dependía de un único cultivo frágil. Hoy, gracias a las semillas resilientes frente al clima, el riego por goteo y el acceso digital a los mercados, ha diversificado sus cultivos de modo que, aunque uno de ellos fracase, puede seguir generando ingresos con los demás.
Antes solo producía pimientos verdes, pero gracias al sistema de riego por goteo, ahora también produzco legumbres y calabazas.
Fundile Tembe, agricultora
Al otro lado del Pacífico, agricultores y pescadores han adquirido seguridad respecto de sus medios de subsistencia gracias a modelos de seguros innovadores, en los que los pagos se activan automáticamente cuando las precipitaciones caen por debajo de un nivel establecido. Se acabó esperar a que se tramiten las reclamaciones. Se acabó el endeudamiento.
Para los gobiernos, el riesgo tampoco significa ya la ruina. El Caribbean Catastrophe Risk Insurance Facility ha realizado 78 pagos por un total de más de 390 millones de dólares a 22 de sus Gobiernos miembros, salvando así la brecha entre la devastación y la recuperación.
En la Amazonía ecuatoriana, más de 70.000 productores de café están transformando el paisaje y los medios de subsistencia al vincular sus cosechas a la protección de los bosques, salvaguardando ecosistemas vitales y asegurando al mismo tiempo sus ingresos. La iniciativa está demostrando que el uso sostenible de la tierra es una poderosa solución basada en la naturaleza para hacer frente a los crecientes retos climáticos y ambientales, reforzando las defensas naturales contra peligros como las inundaciones y los desprendimientos de tierra.
Un desastre nunca es el capítulo final. Lo que sucede después es una historia de resiliencia, escrita por comunidades que resurgen juntas con mayor fuerza.

En el Ecuador, el café libre de deforestación busca conservar los bosques que funcionan como barreras naturales frente a riesgos como inundaciones y deslizamientos.
CONSTRUIR RESILIENCIA EN CONTEXTOS FRÁGILES
En ningún lugar son más peligrosos los fenómenos naturales que en aquellos donde los conflictos ya han desgastado el tejido social. Las inundaciones, las sequías y los terremotos pueden avivar las tensiones por la tierra, el agua o los alimentos, al tiempo que la inseguridad dificulta la preparación o la recuperación de las comunidades.
El camino a seguir pasa por crear resiliencia, que no solo salva vidas, sino que también fortalece los cimientos de la paz.
En Somalia, la sequía solía llevar a agricultores y pastores a enfrentarse por los cada vez más escasos pozos de agua. La construcción de terraplenes y depósitos de almacenamiento, gestionados por las propias comunidades, ha garantizado el suministro de agua a más de 50.000 hogares. Lo que antes era un foco de violencia es ahora un recurso compartido que une a las personas.
Ahora la situación ha cambiado por completo... Nuestro ganado se ha recuperado totalmente de la sequía y podemos pagar las cuantiosas deudas.
Mawlid Mohamed, pastor

La construcción de terraplenes y depósitos de almacenamiento ha facilitado el acceso al agua en Puntland, Somalia, una región afectada frecuentemente por sequías.
Cuando la presa de Kakhovka, en Ucrania, fue destruída en medio de la guerra, las inundaciones sumergieron aldeas de cuatro provincias. Más de 100.000 personas perdieron acceso al agua potable. Se instalaron unidades móviles de filtración equipadas con paneles solares para restablecer el suministro de agua limpia, incluso durante los cortes de electricidad. En medio de la crisis, la tecnología que no dependía de las redes eléctricas, que eran objeto de ataques constantes, significó la supervivencia.
Cuando la resiliencia se arraiga en lugares frágiles, también siembra las semillas de la recuperación y la preparación para el futuro.
CIUDADES PREPARADAS PARA EL FUTURO
Las zonas urbanas albergan a más de la mitad de la población mundial y generan más del 80 % del producto interno bruto (PIB) mundial. Sin embargo, si no actuamos, para 2030 el impacto de los desastres podría costar a las ciudades tres veces más que ahora.
La resiliencia urbana no se limita a los muros y los desagües. Se trata de repensar las ciudades para que todas las inversiones —en viviendas, escuelas y transporte— contribuyan en mayor grado a resistir las tormentas de mañana.
En Georgia, las inundaciones letales que arrasaron Tiflis en 2015 se convirtieron en un punto de inflexión. En las 11 cuencas fluviales del país, una nueva iniciativa de resiliencia protege ahora a 1,7 millones de personas. Los sistemas de alerta temprana, las modernas redes hidrometeorológicas y los mapas de riesgos basados en satélites orientan las decisiones sobre dónde construir y dónde evacuar en caso de emergencia. Se están restaurando las riberas de los ríos y se están replanteando las llanuras aluviales como defensas naturales, mientras que las ciudades incorporan la reducción del riesgo en su planificación cotidiana. El objetivo es ambicioso: reducir en un 90 % las pérdidas futuras provocadas por el clima y garantizar que la próxima tormenta cause menos daño que la anterior.
En las ciudades costeras de África Occidental se están construyendo viviendas resilientes utilizando técnicas recuperadas de bóvedas nubias que reducen la temperatura del interior en 7 °C respecto de los techos metálicos. En Burkina Faso, Malí, el Senegal, Mauritania, Ghana y Benin hay más de 7.000 de estas casas, habitadas por casi 12.000 personas. Estas estructuras son un ejemplo de cómo los conocimientos tradicionales pueden sustentar la resiliencia urbana.

Tomando como base técnicas tradicionales de construcción, la Association la Voûte Nubienne crea viviendas adaptadas al clima en África Occidental.
EMPODERAR A LAS MUJERES Y LA JUVENTUD
Las mujeres y la juventud suelen estar entre las personas más afectadas por los desastres. Sin embargo, en los lugares en que el riesgo es mayor, su liderazgo suele ser más tangible. Cuando disponen de las herramientas y el espacio necesarios para liderar, hacen algo más que sobrevivir a los desastres: redefinen la forma en que las comunidades se preparan, responden y reconstruyen.
En el Sudán, las cooperativas agrícolas dirigidas por mujeres están fortaleciendo la seguridad alimentaria con semillas resistentes a la sequía, la conservación del agua y competencias de gestión financiera, lo que garantiza que los establecimientos agrícolas puedan resistir la falta de lluvia.
Mi granja está prosperando. Si la cosecha es buena esta temporada, espero ganar lo suficiente para comprar un carro, lo que facilitará la gestión de la granja.
Aisha Ismail Mohamed, agricultora
En el Yemen, la juventud está rehabilitando terrazas, reparando caminos rurales y creando asociaciones de usuarios de agua que regulan de manera justa los escasos suministros. Están reduciendo los riesgos de desastre, incluso cuando el conflicto recrudece a su alrededor.
Cuando las mujeres y la juventud lideran, la vulnerabilidad da paso a la vitalidad.
UN FUTURO MÁS SEGURO ES POSIBLE
En un mundo que lucha contra el cambio climático, los conflictos y la inseguridad, el riesgo de desastres seguirá aumentando.
La cuestión no es si responderemos, sino cómo lo haremos.
Cada inversión en resiliencia es una declaración de que nos negamos a que los desastres nos definan, de que protegeremos nuestras comunidades, nuestros hijos y nuestro futuro, de que aprenderemos, nos adaptaremos y resurgiremos con mayor fuerza que antes.
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