Vivir por encima de nuestras posibilidades

Cómo el consumo excesivo nos está robando el futuro

Vivir con deudas es difícil de sobrellevar. Y, pese a todo, cada año incrementamos nuestra deuda con la madre tierra.

Desde la deforestación hasta el desperdicio de alimentos, la sobrepesca, la producción y el consumo descontrolados y la extracción de combustibles fósiles, estamos agotando los recursos del planeta y consumiendo nuestro “presupuesto” ecológico a un ritmo cada vez más acelerado.

Este año, el Día del Sobregiro de la Tierra, que marca el momento en que consumimos los recursos que la Tierra puede regenerar en un año, cayó el 24 de julio. Esto significa que, al ritmo que llevamos, necesitamos 1,75 planetas para mantener nuestro estilo de vida.

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Utilizando datos de las Naciones Unidas, el Día del Sobregiro de la Tierra viene registrando nuestros hábitos de consumo ecológico desde 1971, cuando todavía nos manteníamos, más o menos, dentro de los límites del planeta. En los últimos 50 años, el consumo se ha vuelto cada vez más irresponsable, sin tener en cuenta a las generaciones futuras.

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El Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 12 tiene como meta, de aquí a 2030, lograr la gestión sostenible y el uso eficiente de los recursos naturales.

Una de las mejores formas de alcanzarlo es modificando la manera en que producimos los alimentos.

Casi un tercio de los alimentos que se producen cada año termina en la basura, lo cual tiene un impacto enorme en el medio ambiente, la biodiversidad, la economía y nuestra salud. En los países en desarrollo, esto se debe principalmente a la falta de refrigeración en las cadenas de suministro; en los países desarrollados, en cambio, la mayor parte corresponde a alimentos que nunca llegan a consumirse. En 2022, los hogares fueron responsables del 60 % del desperdicio de alimentos, lo que equivale a unos 631 millones de toneladas.

Nuestro sistema alimentario es, por sí solo, un claro reflejo de este consumo irresponsable. El sector representa el 22 % de todas las emisiones de gases de efecto invernadero, en gran parte debido a la deforestación para ampliar la frontera agrícola. La agricultura ocupa cerca de un tercio de las tierras cultivables del planeta. Y, aun así, desperdiciamos más de 1.000 millones de toneladas de alimentos cada año. De hecho, ese desperdicio genera entre el 8 % y el 10 % de todas las emisiones de gases de efecto invernadero.

La pesca de arrastre indiscriminada está teniendo un efecto igualmente devastador en el océano: más de un tercio de las poblaciones de peces están sobreexplotadas. Gran parte de este problema se debe a la captura incidental, es decir, la pesca accidental y evitable de otras especies, como las tortugas marinas. Esta práctica está llevando a especies como los tiburones al borde de la extinción.

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Solo el 8,6 % de la economía mundial es “circular”, lo que significa que la mayor parte de lo que producimos acaba contaminando mares y ríos o generando emisiones peligrosas en los vertederos. La industria textil contribuye a ello porque la moda rápida —prendas que solo se usan unas pocas veces antes de desecharlas— es cada vez más popular. Este tipo de moda también es un factor importante en el consumo de combustibles fósiles, la deforestación y la contaminación, así como en el trabajo infantil y la trata de personas.

La industria de la moda moviliza 2,5 billones de dólares de los Estados Unidos (“dólares” a partir de ahora). Se trata de la segunda mayor fuente de contaminación del mundo, después de la industria petrolera.

El 30 % de toda la ropa fabricada nunca se vende y el 57 % acaba en vertederos, lo que equivale a un camión lleno de ropa arrojada a un vertedero o incinerada por segundo. Menos del 1 % de la ropa usada se recicla.

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Desde las profundidades de la fosa de las Marianas hasta el monte Everest, la contaminación por plásticos está presente por doquier, hasta en nuestros propios cuerpos. La producción de plásticos ha aumentado vertiginosamente en los últimos 50 años y se prevé que se duplicará antes de 2050.

Cada día se vierten en el océano, los ríos y los lagos el equivalente a 2.000 camiones de basura llenos de plásticos. Los efectos ecológicos y económicos son enormemente perjudiciales.

Además, las investigaciones recientes muestran que, de los 400 millones de toneladas de plásticos producidas en 2022, solo el 9,5 % se fabricó a partir de material reciclado.

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Según las Naciones Unidas, los desechos electrónicos están aumentando a un ritmo cinco veces superior al de su reciclaje.

En 2022 se alcanzó un récord de 62 millones de toneladas de residuos electrónicos, un 82 % más que en 2010. Esa cantidad llenaría 1,55 millones de camiones de 40 toneladas, suficientes para dar la vuelta al mundo por el ecuador. Además, se estima que para 2030 los residuos electrónicos llegarán a 82 millones de toneladas.

En 2022, se recicló menos de una cuarta parte de los residuos electrónicos, lo que dejó sin recuperar recursos naturales por un valor de 62 mil millones de dólares. Esto equivale a miles de millones de dólares en recursos valiosos que se desechan en los vertederos.

LA ECONOMÍA DEL DESPERDICIO

Los subsidios son una de las principales razones por las que consumimos en exceso.

Los subsidios a los combustibles fósiles son perjudiciales, ineficientes y un gran desperdicio.

Según la Agencia Internacional de Energía, en 2023 los gobiernos subvencionaron los combustibles fósiles por valor de 620 mil millones de dólares. Esto fomenta el consumo excesivo, socava los esfuerzos de los gobiernos por combatir los retos económicos y ambientales, y resta dinero a la salud, la educación y la protección social.

Sin embargo, las Naciones Unidas presentan un caso sólido basado en evidencias que demuestra que dejar atrás los combustibles fósiles es beneficioso tanto para el medio ambiente como para la economía. Con el apoyo creciente del mercado a las energías renovables, tenemos la oportunidad de ofrecer energía limpia y accesible para todas las personas.

Tres personas están junto a una gran instalación de paneles solares.

La transición de los subsidios de los combustibles fósiles hacia las energías limpias puede garantizar un suministro de energía confiable y, al mismo tiempo, impulsar el progreso en los objetivos climáticos y económicos.

Foto: PNUD Zambia
“Los países que se aferran a los combustibles fósiles no están protegiendo sus economías, las están saboteando”. – António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) evaluó las políticas agrícolas en 54 países y encontró que, entre 2020 y 2022, se destinaron 851 mil millones de dólares en subsidios, lo que representa dos veces y media más que hace 20 años. Casi el 90 % de estos subsidios resultan dañinos, ya sea porque distorsionan los precios o porque afectan negativamente la salud humana o el medio ambiente.

Los subsidios generan distorsiones en el mercado que pueden desanimar a los pequeños productores y beneficiar a los grandes productores de alimentos. Además, estos subsidios suelen fomentar la monocultura, que agota los minerales esenciales del suelo y limita la nutrición completa que los alimentos deberían brindar. Irónicamente, los subsidios también contribuyen a la sobreproducción y al desperdicio, lo que termina reduciendo nuestra seguridad alimentaria.

El desperdicio en la industria pesquera, impulsado por los subsidios, hace que la sobrepesca continúe incluso cuando no es rentable, causando un gran daño a las especies marinas y a la salud del océano. La pesca recibe cerca de 35 mil millones de dólares en subsidios cada año, de los cuales unos 20 mil millones fomentan el aumento de la capacidad, lo que a su vez impulsa la sobrepesca y la ineficiencia. En cambio, eliminar estos subsidios podría mejorar la rentabilidad y ayudar a aumentar las poblaciones de peces.

DESPERDICIAR MENOS, DISPONER DE MÁS

Ninguno de estos desafíos ocurre de manera aislada. Por eso, desde el PNUD respondemos de forma integrada, trabajando con una amplia variedad de socios multilaterales y bilaterales.

Junto a gobiernos, el mundo académico, el sector privado y la sociedad civil trabajamos para movilizar recursos financieros y conocimientos técnicos que permitan atacar las causas raíz del sobreconsumo, impulsando economías circulares enfocadas en la gestión de residuos y el uso sostenible de los recursos. Promovemos la innovación en industrias verdes y ponemos en evidencia el grave impacto que los subsidios tienen sobre la salud humana, la biodiversidad y el clima.

El camino hacia la circularidad combina la sabiduría tradicional con la tecnología moderna. A través del SDG Innovation Challenge del Japón, en el PNUD hemos puesto a prueba soluciones innovadoras, que van desde tecnología satelital capaz de detectar residuos de plásticos desde el espacio, hasta la creación de cuero sostenible a partir de partes de pescado que normalmente se desechan.

Irlanda apoya nuestra nueva oficina para proyectos de finanzas sostenibles, desde donde promovemos la inversión verde, mientras que con nuestra colaboración con el Canadá nos enfocamos en la gestión de residuos en Jordania. Con los programas de recuperación de plásticos del Reino Unido estamos ayudando a resolver los problemas de contaminación en los países insulares del Pacífico. Y a través de la iniciativa BIOFIN manejamos cerca de 1.000 millones de dólares en unos 40 países para transformar subsidios dañinos en programas que benefician a la naturaleza.

Tres personas trabajan en un jardín; una mujer sostiene una bandeja con plantas verdes.

Cada año, casi un tercio de los alimentos producidos se desperdician, lo que tiene un costo enorme para el medio ambiente, la biodiversidad, las economías y nuestra salud.

Foto: PNUD Costa Rica

En el PNUD trabajamos de la mano de los países para avanzar hacia economías bajas en carbono, eficientes en el uso de recursos y socialmente inclusivas que impulsen un crecimiento sostenible sin comprometer el medio ambiente. También apoyamos a los gobiernos en el diseño de políticas que aborden todo el ciclo de vida de los plásticos, eliminando progresivamente los productos de un solo uso, reduciendo la producción primaria y limitando el uso de sustancias químicas peligrosas.

La transformación trae consigo numerosos beneficios ambientales, económicos y sociales. El desperdicio no es inevitable, pero tampoco estamos condenados a seguir un camino de derroche. La lógica es sencilla: si usamos sabiamente los recursos de la Tierra, podremos disfrutar de su abundancia sin dejar una carga a las futuras generaciones.

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