A pesar de haber sido construidos en épocas, regiones y circunstancias diferentes, y de servir para distintos fines, todos estos hitos arquitectónicos tienen un rasgo común: la resiliencia.
La arquitectura resiliente comienza con un cuidadoso examen del contexto, incluida la forma en que el entorno influye en las opciones de diseño y en que puede minimizarse el impacto ambiental de un edificio. Implica anticiparse a los posibles retos, como las amenazas a las que se enfrentará la estructura, y planificar la rápida recuperación de cualquier daño sufrido. Además, tiene en cuenta las necesidades de los ocupantes garantizando la seguridad, la comodidad y la continuidad de servicios críticos como el agua o la electricidad.
Estos y otros principios fundamentales son decisivos para afrontar grandes retos. Veamos cómo la arquitectura resiliente puede aumentar la fortaleza y seguridad de las comunidades y ayudarlas a recuperarse y prosperar tras una crisis.
Desde los años 80, cada década ha sido más cálida que la anterior, lo que ha provocado un aumento considerable de los incendios forestales, inundaciones, ciclones y otros fenómenos meteorológicos extremos.
Esto somete una gran presión a una infraestructura diseñada para hacer frente a condiciones climáticas que ya no existen, lo que aumenta los riesgos de daños y trastornos. Por ejemplo, las deficiencias de infraestructura, junto con los efectos del cambio climático y el patrón meteorológico de El Niño, han contribuido sustancialmente a las inundaciones mortales en el sur del Brasil. O en las ciudades, las opciones de construcción pueden generar efectos de “isla de calor urbana” que aumentan significativamente las temperaturas en comparación con las regiones rurales cercanas.
Los efectos cada vez mayores del cambio climático pueden exacerbar las desigualdades al restringir el acceso a servicios vitales como el agua, la salud o la educación, así como a las oportunidades económicas, profundizando las disparidades sociales y económicas y atrapando a las comunidades vulnerables en un ciclo de pobreza.
El sector de la construcción es responsable del 21 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero. Sin embargo, desempeña un papel fundamental en nuestros esfuerzos para hacer frente a los efectos del calentamiento global: invertir en infraestructura más resiliente puede suponer para los países de ingresos bajos y medianos un ahorro de 4,2 billones de dólares de los Estados Unidos debido a menos perturbaciones y un impacto económico reducido a lo largo de la vida de la infraestructura, lo que representa un beneficio de 4 dólares por cada dólar invertido.
Afortunadamente, ya existen métodos eficaces para que los edificios y los espacios comunitarios sean más resilientes frente al cambio climático. Desde limitar los daños de las tormentas hasta controlar las temperaturas en el interior de los edificios, la guía práctica del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente detalla una serie de soluciones de construcción.
En Türkiye sudoriental, cerca de la frontera con Siria, cuando se produjeron dos terremotos en diciembre de 2023, se perdieron miles de vidas y se derrumbaron más de 300.000 edificios. Muchos supervivientes se quedaron sin casas, escuelas, hospitales y negocios. Fue la catástrofe sísmica más letal de la historia moderna del país, agravada por la vulnerabilidad de la población y la falta de infraestructura antisísmica.
Desde la década de 1960, la frecuencia de los desastres meteorológicos se ha triplicado con creces. Y aunque no podemos evitar los peligros ambientales, sí podemos diseñar y preparar la infraestructura para resistirlos eficazmente.
futuros
En un mundo convulsionado en el que los conflictos y otras crisis se entrecruzan y superponen, las comunidades que carecen de infraestructura adecuada se enfrentan a sufrimiento prolongado, obstáculos para la recuperación y mayor vulnerabilidad. El número de desplazados ha aumentado todos los años desde hace 12 años, dejando asentamientos abandonados, deteriorados o inaccesibles, lo que agrava los problemas de reconstrucción y recuperación, impide el acceso a servicios vitales y perturba las economías locales.
En medio de estos desafíos, la arquitectura resiliente puede infundir esperanza y constituirse en los cimientos para promover la prosperidad económica y la cohesión social. Por ejemplo, espacios de calidad como escuelas o calles pueden estimular la interacción positiva y cultivar un sentimiento de pertenencia a la comunidad. Reconstruir para mejorar después de una crisis significa incorporar los principios de la arquitectura resiliente, a fin de garantizar la sostenibilidad y fortalecer la voluntad de los vecinos de permanecer unidos frente a futuros retos.
Cuando la arquitectura se une a la resiliencia en sus cimientos, no solo garantiza que nuestras casas e infraestructura se construyan para durar, sino que también crea estructuras que nos guían hacia un futuro más seguro y sostenible.
Comparte
esta historia
Únete a la conversación en línea